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Capitulo 4:Una mañana tranquila

  Dan y sus chicas volaban de regreso en el guiverno de Flora. Mientras ellas conversaban animadamente, él contemplaba el cielo en silencio, sumido en sus pensamientos.

  De repente, una voz lo sacó de su ensimismamiento.

  — ?Estás bien, querido? —preguntó Ceresia con una peque?a sonrisa—. Si sigues mirando el cielo tanto tiempo, te dolerá el cuello.

  Dan desvió la mirada y respondió con calma:

  — Estoy bien, solo estaba pensando en algunas cosas.

  Las chicas intercambiaron miradas antes de que Ceresia intentara adivinar:

  — ?Estabas recordando cuando nos conocimos de nuevo?

  Dan negó levemente y respondió:

  — A veces pienso en eso, pero no. Me refiero a esa chica... Rika, creo que se llamaba.

  — ?Qué pasa con ella? —preguntó Nerina, intrigada.

  — Viene del mismo lugar que los héroes anteriores —dijo Dan con seriedad.

  Las chicas se quedaron en silencio por un momento. Sabían exactamente en qué estaba pensando.

  — ?Te hizo recordar a Yuto? —preguntó Virella.

  — Creo que sí… —respondió Dan, desviando la mirada hacia el suelo.

  Ceresia se acercó suavemente y lo abrazó por la espalda, apoyando la cabeza en él.

  — Lo extra?as un poco, ?no?

  Dan guardó silencio por un momento antes de responder:

  — A veces pienso en él… Era un buen peleador, supongo.

  Nerina lo miró con ternura.

  — Dan, no necesitas fingir con nosotras. Sabemos que eran buenos amigos.

  él sonrió levemente y la miró de reojo.

  — La Nerina de cuando nos conocimos no le habría importado. —Dejó escapar una peque?a risa—. Has cambiado.

  — Tú también —respondió Nerina con una leve sonrisa.

  Dan miró hacia adelante, pensativo, antes de preguntar:

  — ?Alguna vez pensaron que terminaríamos así?

  Las chicas se miraron entre sí y sonrieron.

  — No sabría decirte… —dijo Ignis con una sonrisa traviesa—. Cuando nos conocimos, dejamos claro nuestro desagrado.

  Las demás asintieron.

  — Es verdad —agregó Nerina—. Cuando nos enteramos de que seríamos comprometidas contigo, nos opusimos rotundamente… pero no nos escucharon. Y, en el fondo, estoy feliz de que no lo hicieran.

  — Y-yo te tenía miedo en ese entonces —admitió Virella, sonrojándose ligeramente—, pero ahora… me proteges y me haces sentir segura.

  — Tenías fama de ser despiadado y violento —continuó Ceresia—. Y, en parte, era cierto… pero con el tiempo nos demostraste que no eres violento sin razón.

  Dan las miró con una mezcla de incredulidad y ternura.

  — No busqué impresionarlas, así que no se hagan ideas equivocadas.

  Las chicas intercambiaron miradas antes de sonreír con complicidad.

  — Lo sabemos —dijo Nerina suavemente—. No intentaste impresionarnos. Nos enamoraste porque fuiste tú mismo… y nos demostraste que valías la pena, sin siquiera intentarlo.

  Dan desvió la mirada y, sin mucho ánimo, murmuró:

  — Está bien… tampoco se pongan tan amorosas.

  Las chicas rieron suavemente. Les gustaba cuando Dan reaccionaba así; cada vez que las cosas se ponían demasiado cari?osas, él desviaba la mirada, incómodo.

  Después de un rato, llegaron de nuevo al mausoleo. Las chicas bajaron del guiverno y se despidieron.

  — Nosotras iremos a descansar. Nos vemos después —dijo Ceresia con una sonrisa, y las demás la siguieron.

  Dan asintió en silencio y se encaminó a devolver el guiverno a Flora.

  — Tengo que entregarlo antes de que oscurezca —pensó para sí mismo mientras avanzaba.

  Al llegar al jardín, abrió la puerta y llamó:

  — Se?orita Flora, vine a devolverle el guiverno.

  El silencio respondió. Dan frunció el ce?o y alzó un poco la voz:

  — ?Se?orita Flora?

  Nada. Se quedó quieto, atento a cualquier ruido, hasta que la puerta se abrió de golpe. Flora apareció al otro lado, con la ropa sucia y el cabello desali?ado.

  — ?Qué le pasó? —preguntó Dan, tratando de contener la risa.

  Flora le lanzó una mirada fulminante.

  — Lo que pasó —dijo, visiblemente molesta— es que cierta madre guiverno se puso un poco inquieta porque su cría no aparecía.

  Dan alzó una ceja, divertido. Estaba claro que Flora no le veía la gracia al asunto.

  — Lo siento, perdí la noción del tiempo —dijo Dan, tratando de disculparse.

  — Está bien… como sea —respondió Flora, suspirando. Luego miró al joven guiverno y le dio una orden firme—: Tú, con tu madre, ahora.

  El guiverno soltó un leve gru?ido antes de salir de la sala. Flora se cruzó de brazos y miró a Dan.

  — Mira, Dan, sabía que no lo devolverías a tiempo. Al fin y al cabo, estás entrenando a los héroes y el reino de Solmaria queda muy lejos de aquí. Pero, por favor, si vuelves a pedírmelo, hazlo con antelación.

  Se dejó caer en una silla, visiblemente cansada. Dan asintió levemente.

  — Está bien, Flora. Lamento la tardanza —repitió, sin mucho ánimo—. De todas formas, solo pedí el guiverno porque las chicas me iban a acompa?ar. No creo que lo necesite a partir de ahora, así que no habrá problema.

  Se giró para marcharse, pero la voz de Flora lo detuvo.

  — De acuerdo, Dan. Adiós… pero si lo necesitas otra vez, ya sabes que te lo presto con gusto. —Luego le lanzó una mirada de advertencia—. Siempre que lo devuelvas a tiempo.

  Dan soltó un leve resoplido antes de seguir su camino.

  Después de un ba?o relajante, Dan caminaba hacia su habitación. Al llegar, notó que la puerta estaba entreabierta.

  — ?Quién se metió? —pensó, frunciendo el ce?o. Sin perder tiempo, entró en silencio, listo para enfrentar a quien fuera que estuviera dentro… pero lo que encontró no fue una intrusión, sino algo muy distinto.

  Cuatro figuras familiares lo esperaban en la penumbra.

  — Ya llegaste —dijo Ignis con su típica energía.

  — ?Por qué siempre tardas tanto en ba?arte? —agregó Nerina, cruzándose de brazos.

  Ceresia le sonrió suavemente.

  — Esperamos que no te importe si dormimos contigo hoy.

  Dan alzó una ceja, sorprendido. Antes de que pudiera decir algo, Virella habló en voz baja, con su característica timidez:

  — S-si te molesta… podemos retirarnos.

  Dan solo resopló, cansado.

  — ?Qué hacen aquí? Tienen sus propias habitaciones —dijo sin mucha energía.

  Ceresia fue la primera en responder, con una sonrisa suave.

  — Es tu culpa, Dan. Todas nos pusimos un poco nostálgicas cuando recordamos el día que nos conocimos, así que queríamos dormir contigo para no sentirnos solas.

  Dan suspiró, pasándose una mano por el rostro antes de sentarse en la cama.

  — Está bien… pero no quiero rumores raros ma?ana. ?Entendido? —dijo antes de acostarse sin más.

  — ?Me pido al lado de Dan! —exclamó Ignis, apurándose a ocupar su lugar junto a él.

  — Entonces yo tomaré el otro lado —a?adió Ceresia, acomodándose con una sonrisa satisfecha.

  Nerina miró a Virella, quien parecía dudar.

  — Supongo que nosotras estaremos más alejadas de Dan, ?no crees? —comentó Nerina con resignación.

  — S-sí… pero no me importa. Estoy bien así —respondió Virella, sonrojándose un poco antes de acurrucarse en su rincón.

  Poco a poco, la habitación se sumió en el silencio, con la suave respiración de las chicas y la presencia tranquila de Dan en medio de ellas.

  A la ma?ana siguiente, Dan se despertó con los primeros rayos de luz colándose por la ventana. Intentó moverse para levantarse, pero algo le bloqueaba el paso. Frunció el ce?o y abrió bien los ojos, solo para descubrir la causa: Ignis y Ceresia estaban aferradas a él, abrazándolo con fuerza y sin dejarle espacio para escapar.

  Dan suspiró, rodando los ojos.

  — ?En serio…? —murmuró para sí mismo, intentando moverse con cuidado para no despertarlas.

  Pero claro, con suerte, no iba a ser tan fácil.

  A la ma?ana siguiente, Dan se despertó con los primeros rayos de luz colándose por la ventana. Intentó moverse para levantarse, pero algo le bloqueaba el paso. Frunció el ce?o y abrió bien los ojos, solo para descubrir la causa: Ignis y Ceresia estaban aferradas a él, abrazándolo con fuerza y sin dejarle espacio para escapar.

  Dan suspiró, rodando los ojos.

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  — ?En serio…? —murmuró para sí mismo, intentando moverse con cuidado para no despertarlas.

  Pero claro, con suerte, no iba a ser tan fácil.

  Dan ya estaba a punto de despertarlas, pero al mirarlas bien, notó la calma en sus rostros. No solo Ignis y Ceresia lo abrazaban, sino también Virella y Nerina, que, aunque no lo estaban abrazando, trataban de hacerlo. Algo dentro de Dan lo hizo dudar, no quiso despertarlas. Así que, sin pensarlo mucho, hizo algo que no hacía en mucho tiempo.

  Con cuidado, lanzó un hechizo y creó un clon de sí mismo. En un parpadeo, ambos, Dan y el clon, se teletransportaron desde donde estaban. El clon se acomodó en la cama, mientras Dan aprovechó para vestirse rápidamente. Cuando terminó, desapareció al clon con un simple gesto y salió de la habitación en silencio, dejando a las chicas ocupando toda su cama.

  Al salir de la habitación, Dan notó que aún era temprano. No había nadie en pie, salvo algunos animales. Al darse cuenta de que ya había despertado más temprano de lo usual, decidió recorrer el mausoleo, ya que no podía volver a acostarse; las chicas ya habían ocupado toda la cama. Así comenzó su caminata matutina.

  Mientras caminaba por los pasillos, Dan notó la tranquilidad y el aire fresco, algo frío. — Ya casi estamos en invierno, creo — pensó para sí mismo, pasando cerca de las vacas de Lugor, el dios de la ganadería.

  — Qué becas más bonitas — dijo sin pensar.

  — Gracias. Es lindo cuando reconocen el trabajo de alguien — respondió una voz.

  Dan miró en esa dirección y ahí estaba Lugor, el dios.

  — Buenos días, Lugor — dijo Dan.

  — Buenos días, joven Dan — respondió el dios, sonriendo.

  — ?Qué haces despierto tan temprano? — preguntó Dan.

  Lugor solo respondió mientras acariciaba a la vaca:

  — ?Qué más? Cuidando a mis amigas. Y tú, ?qué haces tan temprano? Usualmente te despiertas más tarde, cuando el aire empieza a ser más cálido.

  — No lo sé. Supongo que simplemente me desperté — respondió Dan, encogiéndose de hombros.

  — ?Nervios, joven? Jajaja — se burló Lugor con una sonrisa.

  — ?Siempre eres el que se despierta tan temprano, viejo? — preguntó Dan.

  — Sí, usualmente soy el primero en despertar — respondió Lugor, mientras comenzaba a ordenar a una de las vacas.

  Dan miró lo que Lugor hacía y luego preguntó:

  — ?Acnis está despierto?

  Lugor sonrió y respondió:

  — ?Ya tienes hambre? Jajaja. No, Acnis se levantará en una hora, así que tendrás que esperar. — dijo el dios mientras orde?aba a la vaca.

  — Bien, entonces me iré a esperar. Hasta luego, Lugor — dijo Dan, a punto de irse, hasta que Lugor volvió a hablar.

  — Dime, ?no prefieres ayudarme con las vacas mientras esperas? — sugirió el dios.

  — ?Que te ayude con las vacas? — dijo Dan, un poco dudoso. — Lugor, sabes que los animales no se me dan bien. Siempre que me ven, huyen. Sienten la muerte cuando me ven, no sé si sea buena idea — dijo, tratando de usar la excusa.

  — Vamos, estas vacas están acostumbradas a la presencia de los dioses. No habrá problema — respondió Lugor, mientras le ofrecía un cubo para la leche. — ?No quieres vivir un poco de la vida de campo?

  Dan lo miró y luego suspiró.

  — Está bien, pero si se asustan, no me culpes — dijo, y así, Dan tomó el cubo e inició su peque?o momento de vida de campo.

  Dan se sentó y empezó:

  — Mmm... ?solo tengo que apretar esta cosa? — dijo, se?alando la ubre de la vaca.

  — Sí, solo aprieta, pero no tan fuerte. No queremos que le duela a la pobre. — respondió Lugor.

  Dan puso sus manos y comenzó a orde?ar, hasta que empezó a salir leche.

  — No es tan difícil como creí que sería. — dijo, mirando cómo la leche salía y llenaba poco a poco el cubo.

  — Jajaja, a algunas personas se les puede complicar, pero no es difícil. Es cuestión de ser suave y de que ella no se sienta incómoda. — dijo Lugor, mirando a la vaca que Dan estaba orde?ando.

  Y así, Dan aprendió un poco sobre la vida de campo y cómo orde?ar una vaca.

  — Dime, ?cómo están tus prometidas? — preguntó Lugor.

  — Bien, ahora mismo están ocupando mi cama. — respondió Dan, concentrado en orde?ar.

  — Ya veo... He oído que la se?orita Flora te prestó un guiverno. — volvió a preguntar Lugor.

  — Sí, las chicas no pueden volar como yo, y yo me mareo con los portales, así que buscamos otro medio de transporte. — respondió Dan, ahora mirando a Lugor.

  — Así que aún no superas esos mareos, ?eh? Es una lástima, los portales son lo mejor para viajar... te lo dice alguien con mucha experiencia. — dijo Lugor, como presumiendo de ello.

  — Sí, ya lo creo, pero no hay mucho que pueda hacer. Aunque tampoco es que volar me resulte incómodo. Además, tengo el desplazamiento de sombras, que también es bastante eficaz, como los portales. — respondió Dan.

  — Tienes razón, aunque el desplazamiento de sombras gasta poder mágico... esa es su desventaja, ?no? — dijo Lugor, mientras les daba comida a las vacas.

  — Sí, pero no hay problema cuando tienes mucho poder mágico, ?verdad? — respondió Dan, sonriendo.

  — Supongo que tienes razón, chico. — exclamó Lugor.

  Después de un rato, Dan terminó de orde?ar la vaca.

  — Oye, viejo, esto ya está. — dijo Dan, levantando el cubo.

  — Excelente. Yo me haré cargo de esto. Acnis ya se habrá despertado. — dijo Lugor, tomando el cubo que Dan tenía en las manos.

  — ?Espera, ya pasó una hora? — exclamó Dan.

  — Sí, el tiempo pasa volando cuando estamos concentrados, ?verdad? — respondió Lugor, sonriendo.

  Dan se despidió de Lugor y se dirigió hacia el comedor. Mientras caminaba, se preguntó en voz baja:

  — ?Será que Acnis cocinará cerdo hoy?

  La simple idea de la carne de cerdo hizo que se le hiciera agua la boca.

  Al llegar al comedor, Dan fue directo a la cocina. Golpeó la puerta de la habitación de Acnis mientras hablaba:

  — ?Acnis? ?Estás despierto? Me gustaría que cocines cerdo, si puede ser.

  Una voz algo somnolienta respondió desde adentro:

  — No tengo cerdo hoy, Dan. Cocinaré minotauro.

  La puerta se abrió de golpe, y Acnis salió cargando lo que quedaba de un minotauro entre sus manos. Dan arqueó una ceja.

  — Mmm… bueno, no es cerdo, pero está bien — dijo, encogiéndose de hombros. No era su carne favorita, pero comida era comida.

  Acnis lo miró de reojo mientras preparaba la carne.

  — ?Qué haces despierto tan temprano?

  Dan resopló.

  — ?En serio es tan raro que me despierte temprano? — preguntó, mientras agarraba una manzana de una canasta cercana.

  Acnis le quitó la manzana con rapidez.

  — Sí, de hecho eres de los últimos en despertarte — dijo con una leve sonrisa.

  Dan hizo un ademán para recuperarla, pero Acnis la sostuvo fuera de su alcance.

  — Solo me desperté más temprano de lo usual y ya. A veces pasa — se justificó Dan, cruzándose de brazos.

  Acnis encendió el fuego y comenzó a preparar el minotauro.

  — Bueno, tienes razón — respondió, encogiéndose de hombros. Luego se?aló la despensa —. Pásame la sal antes de comerte esa manzana, ?quieres?

  Dan se detuvo justo cuando estaba a punto de darle un mordisco, mirando de reojo a Acnis. Gru?endo por lo bajo, se dirigió a la despensa para cumplir con el pedido.

  — ?Dónde está? —preguntó Dan mientras rebuscaba entre los estantes.

  — En la canasta que dice "condimentos". Busca bien —respondió Acnis, concentrado en cortar la carne.

  Dan revisó un poco más hasta que dio con la sal. —La encontré —dijo, regresando para entregársela.

  — Gracias —asintió el dios de la cocina, esparciendo un poco sobre la carne antes de lanzarla al fuego con un chisporroteo.

  Dan dio otro mordisco a su manzana y frunció el ce?o. —?Se acerca el invierno, o todas las ma?anas son así de frías?

  — Se acerca el invierno —respondió Acnis, sin apartar la vista de la parrilla—. Si te levantaras temprano en verano, te morirías de calor.

  Dan soltó un resoplido. —Supongo que tienes razón. Bueno, te dejaré tranquilo. Iré al comedor.

  — Hasta luego, Dan. La comida estará lista en un rato.

  Dan salió de la cocina y se dirigió al comedor, notando cómo, poco a poco, los dioses comenzaban a llegar. Se sentó en su lugar habitual, apoyando la cabeza en una mano mientras mordía lo que quedaba de su manzana.

  —Es raro ser el primero en el comedor… —pensó para sí mismo.

  — Oye, ?qué haces despierto tan temprano? —preguntó una voz que sacó a Dan de sus pensamientos. Al girarse, vio a Areskar acercándose.

  — Hola, Ars. Buenos días —saludó Dan con desgana.

  Areskar frunció el ce?o. —Sí… buenos días, supongo. No respondiste mi pregunta.

  Dan soltó un suspiro, visiblemente fastidiado. —En serio, el próximo que me pregunte qué hago despierto tan temprano lo voy a golpear.

  —Perdón, pero es raro verte levantado a estas horas —dijo Areskar, alzando las manos en se?al de disculpa antes de sentarse.

  Dan le dio otro mordisco a la manzana. —No hay problema, Ars. En fin, hoy tenemos minotauro para desayunar.

  —Gracias por el dato… Oye, pensé que te había pedido que no me llamaras Ars —protestó Areskar, lanzándole una mirada de reproche.

  Dan se encogió de hombros. —Es más fácil que decir tu nombre completo.

  —Mentira, solo te da flojera.

  —Sí, también eso —admitió Dan sin inmutarse.

  Areskar soltó un bufido y miró alrededor. —Bueno, como sea… ?Las chicas aún no se despiertan?

  —No lo sé, la cama estaba muy calentita —respondió Dan con una leve sonrisa.

  Areskar entrecerró los ojos. —?Qué quieres decir con eso?

  —Nada, ahí están —dijo Dan, se?alando hacia la entrada.

  Las diosas se acercaban al comedor. Ignis, como siempre, fue la primera en hablar. —?Buenos días!

  —Buenos días, chicos —saludó Nerina con voz suave.

  —Buenos días —murmuró Virella, frotándose los ojos.

  Ceresia sonrió y se sentó junto a Dan. —Buenos días, querido.

  Dan las miró con una ceja levantada. —Espero que mi cama haya estado cómoda.

  —Lo estaba —respondió Ignis sin vergüenza alguna.

  Nerina, algo más curiosa, ladeó la cabeza. —Hablando de eso… ?Cómo lograste salir sin despertarnos?

  Dan se encogió de hombros. —Clon y sustitución.

  —Claro… —respondieron las cuatro diosas al unísono, como si esa fuera la respuesta más obvia del mundo.

  Después de un rato, la comida llegó y todos empezaron a comer tranquilamente, hasta que Areskar rompió el silencio:

  — ?Hoy también entrenarás a los héroes? —preguntó, mirando a Dan.

  — Sí, hoy iremos a la mazmorra —respondió Dan, terminando su plato.

  — Perfecto. Cuando termines con eso, ven a la comarca. Hay algo de lo que quiero hablar contigo —dijo Areskar antes de levantarse.

  — Está bien. Nos vemos luego —contestó Dan, viéndolo marcharse. Luego se puso de pie. — Bien, yo también me voy.

  Antes de que pudiera dar un paso, la voz de Ceresia lo detuvo:

  — ?No habrá beso de despedida? —preguntó con una suave sonrisa.

  Ignis se sumó de inmediato, haciendo un puchero:

  — ?Yo quiero beso!

  — Un beso es normal entre parejas —agregó Nerina con un tono neutro, aunque sus ojos brillaban con expectativa.

  Virella, por su parte, se sonrojó intensamente y murmuró:

  — A-ami no me importa… s-si quieres darme uno.

  Dan suspiró, mirándolas con una ceja levantada:

  — Me estuvieron abrazando toda la noche. ?No basta con eso?

  — No —respondieron las cuatro al unísono.

  Dan se acercó a Nerina y Virella, dándoles un suave beso en la mejilla a cada una.

  — Para ustedes dos —dijo, viendo a Ignis y Ceresia— no hay beso. Me dejaron atrapado toda la noche y no le dieron oportunidad a Nerina y Virella de abrazarme.

  — ?Qué cruel! —se quejó Ignis, inflando las mejillas.

  Ceresia solo suspiró, resignada:

  — Bueno… parece justo.

  Con una sonrisa de lado, Dan se dirigió a la puerta. Un nuevo día había comenzado.

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