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Capítulo 3: Encuentros y Destinos Cruzados

  El amanecer llegó con su brillo dorado, iluminando el bosque que rodeaba a Biel y Acalia. Habían pasado apenas un par de días desde que Biel fue transportado a este mundo extra?o, pero para él ya parecía una eternidad. Mientras empacaba los pocos suministros que Acalia había encontrado, no podía evitar que su mente regresara a su amigo Bastián.

  —Crees que esté aquí? —preguntó Biel, rompiendo el silencio.

  Acalia, quien afilaba su espada con una calma inquietante, levantó la vista. —Es posible. Pero este mundo es vasto, y no sabemos dónde o cuándo pudo haber llegado.

  — ?Cuándo? —repitió Biel, confundido.

  —Este mundo no sigue las mismas reglas que el tuyo —dijo Acalia sin explicar más. Se levantó y se?aló al este—. Vamos. Hay un pueblo a medio día de camino. Tal vez alguien allí tenga información.

  Biel ascendió, aunque la incertidumbre seguía pesando en su pecho.

  El camino era sinuoso y cubierto de raíces que sobresalían del suelo. Mientras avanzaban, Biel intentó llenar el silencio con preguntas.

  —Tú... Acalia, ?por qué haces esto? ?Por qué me ayuda? —preguntó, mirando de reojo a su enigmática compa?era.

  Acalia, quien mantenía la vista fija en el sendero, respondió con un suspiro. —Ya te lo dije: te necesito tanto como tú a mí.

  Biel frunció el ce?o. —Eso no responde mucho. ?Qué ganas con esto?

  Por primera vez, Acalia se detuvo y lo miró directamente. Sus ojos brillaban con un resplandor que Biel no podía comprender, como si escondieran secretos imposibles.

  —Tienes muchas preguntas. Algunas de ellas, ni siquiera yo puedo responderte todavía. Pero confía en esto: mientras estés vivo, tienes una oportunidad de descubrirlas por ti mismo.

  Biel tragó saliva, pero asintió. Aunque su relación con Acalia seguía siendo un enigma, no podía negar que se sentía más seguro con ella a su lado.

  A medida que se acercaban al pueblo, Biel notó algo extra?o. Una columna de humo negro se alzaba en el horizonte. Su corazón se aceleró.

  —Eso no es normal, ?verdad? —preguntó.

  —No, no lo es —respondió Acalia, su tono más grave que antes.

  Cuando finalmente llegaron, Biel vio el caos: casas ardiendo, gritos desgarradores y un grupo de bandidos saqueando el lugar. El suelo estaba cubierto de escombros, y el aire olía a cenizas y sangre.

  —?Esto no está bien! —exclamó Biel, avanzando instintivamente hacia el pueblo.

  Acalia lo detuvo, colocándole una mano firme en el hombro. —No puedes hacer nada. No estás listo para enfrentarte a ellos.

  —??Cómo puedes decir eso?! ?Vas a quedarte aquí mirando mientras esta gente sufre? —gritó Biel, sacudiéndose su mano.

  —Si corres hacia ellos ahora, lo único que lograrás es morir —dijo Acalia con dureza.

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  Biel apretó los pu?os, pero antes de que pudiera replicar, una explosión sacudió el aire. Ambos giraron hacia el sonido y vieron a dos personas combatiendo contra los bandidos: una joven hechicera y un mago.

  La hechicera, de cabello rubio y túnica azul, lanzaba esferas de fuego que iluminaban el caos con destellos incandescentes. A su lado, el mago, un joven de cabello casta?o con un bastón ornamentado, conjuraba hielo que inmovilizaba a los bandidos, dejándolos vulnerables.

  —Ellos están luchando... —murmuró Biel, impresionado.

  Acalia ascendió. —Quizás podamos observar cómo se desarrolla esto.

  Pero entonces, Biel vio algo que lo hizo reaccionar sin pensar. Un bandido se acercaba sigilosamente a la hechicera, un cuchillo en mano, listo para apu?alarla.

  —?No lo permitiré! —gritó Biel, lanzándose al ataque.

  En ese instante, se activó en él una nueva habilidad: "Ráfaga ágil". Sus movimientos se volvieron veloces, casi invisibles, y en un parpadeo, ya estaba junto a la hechicera. Con un movimiento preciso, se desarmó al bandido y lo lanzó al suelo.

  —Cobarde, atacando a una dama por la espalda —dijo Biel con una sonrisa.

  La hechicera lo miró, sorprendida, y sus mejillas se ti?eron de rojo. —?Quién eres tú?

  Biel abrió la boca para responder, pero Acalia apareció detrás de él y lo interrumpió.

  —Es un aventurero extraviado que busca a su amigo —dijo, con un tono que no dejaba lugar a dudas.

  Biel la miró, entendiendo que había una razón para su intervención. No era el momento de revelar su verdadera identidad.

  El mago llegó corriendo hacia ellos, con una expresión mezcla de preocupación y alivio.

  — ?Salvaste a mi hermana? —preguntó, inclinando ligeramente la cabeza—. Te lo agradezco de corazón.

  Biel se rascó la nuca, algo incómodo. —No fue nada. Siempre ayudaré a los que estén en problemas.

  La hechicera, aún sonrojada, a?adió: —Soy Xanthe, y este es mi hermano, Easton. Gracias por ayudarnos.

  Antes de que pudieran continuar hablando, los bandidos restantes se reagruparon, rodeando al grupo.

  —?Miren nada más! Así que estos son los últimos sobrevivientes de esta aldea —dijo uno de los bandidos, riendo maliciosamente.

  Xanthe frunció el ce?o. —?Qué quieres decir con eso?

  —Hemos acabado con casi todos los habitantes. Sus bienes serán para nuestro gran se?or Gard. Ahora mueran.

  Antes de que los bandidos pudieran atacar, Acalia avanzó con una calma aterradora. Los bandidos, confiados al principio, pronto comenzaron a retroceder al sentir la intensidad de su presencia.

  — ?Cómo se atreven? —dijo con voz helada.

  Uno de los bandidos intentó burlarse de ella, pero antes de que pudiera terminar su frase, Acalia lo golpeó con tal fuerza que lo lanzó varios metros lejos.

  —??Quién eres tú?! ??Cómo puedes ser tan fuerte?! —gritó el bandido, aterrorizado.

  Acalia lo miró con desprecio. —Soy quien hará justicia por las vidas que ustedes arrebataron.

  Con un movimiento de sus manos, una energía oscura envolvió a los bandidos, quienes cayeron al suelo, inmóviles.

  Cuando todo terminó, Acalia levantó las manos al cielo y pronunció con solemnidad:

  —Resurrección a estas buenas almas.

  Una luz cálida envolvió la aldea, y poco a poco, los aldeanos que habían perecido comenzaron a levantarse, vivos nuevamente.

  Biel miraba la escena, atónito. —Cómo... ?cómo hiciste eso?

  Acalia no respondió. Simplemente lo miró y se dio la vuelta, dejando al grupo detrás de ella. Biel quedó sorprendido, observando a Acalia, lleno de preguntas y una creciente admiración.

  Fragmento de lo Infinito

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